La vida puso a la cantera en su camino y ahora lo disfruta

GREGORIO PERDOMO

¿Habrá algún rincón de nuestro país que no tenga alguna capilla, iglesia, o casa con algún elemento en cantera?

Ciudades con gran valor histórico como Guadalajara, Morelia, Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí o Oaxaca se edificaron con este material.

Creemos que la cantera es ese material que está más presente en nuestra cultura de lo que nos hemos percatado; un material que es naturalmente versátil y que , a través de la diversidad de sus texturas y colores, expresa mucho más de México de lo que pensamos.

Después de varios intentos buscando quién nos hiciera la muestra perfecta para las bases de los Mezcalitos, dimos al fin con Gregorio Perdomo -maestro labrador de cantera- trabajando en un taller sumergido en las montañas de Huixquilucan.

Sus inicios

Originario de Tlalpujahua, Michoacán; Gregorio comenzó a trabajar la cantera desde los 11 años. Su padre –que también era maestro cantero- murió cuando él tenía apenas 8 años; y siendo seis hermanas y dos hombres, él comenzó ayudando a su hermano mayor en un taller para poder solventar, al menos, sus gastos personales.

Estudiando entre semana y dedicando sábados y domingos al trabajo en el taller, Gregorio terminó el bachillerato con conocimientos técnicos en contabilidad y con ganas de seguir estudiando, pero su hermano – que era su principal apoyo económico - falleció. Esto lo puso en un gran dilema. Gregorio optó por apoyar a su mamá y sus hermanas, intentó ejercer en técnico contable pero su sueldo era mínimo. Ante la presión económica, optó por aceptar la invitación de un amigo suyo para trabajar en un taller de cantera en donde ganaría el doble, para entonces ya tenía buenos conocimientos en el manejo del torno.

“Si soy honesto, al principio no quería dedicarme a esto, trabajaba por necesidad. No me gustaba el polvo. Pero la vida me mantuvo en este camino, y le agarré el gusto, el amor al arte”.

— Gregorio Perdomo

De su padre, Gregorio guarda pocos recuerdos, pero la gran satisfacción de saber que tuvo su taller propio de labrado y que nunca hubo queja de su trabajo.

A falta de una figura paterna, hubo un maestro cantero que inspiró mucho a Gregorio, alguien al que considera como uno de los mejores talladores -escultores- de cantera en Tlalpujahua: Don Francisco Hernández Linares; gracias a él, Gregorio aprendió los principios básicos del labrado.

Gregorio fue llamado recientemente para un trabajo importante en la Iglesia de San Antonio de Padua en Huixquilucan, tal vez uno de los que más orgullo le ha generado en los últimos años. “Éstos son trabajos que duran muchos años… cuando son piezas grandes, mucha gente las ve y hay que saber hacerlas bien”.

“Lo que a mí me causa mucha motivación es que cuando me hacen algún pedido, por muy mínimo que sea, trato de hacerlo lo mejor posible… porque es mi tarjeta de presentación. Tener a un cliente feliz es lo que a uno le genera más oportunidades”.

— Gregorio Perdomo

La danza otomí como pasatiempo

En su tiempo libre, Gregorio disfruta de practicar la danza folklórica. Hace algunos años fue invitado a ser parte de un grupo de danza en Huixquilucan y él aceptó sin ser originario de la región y además sin saber exactamente sobre este tipo de danza. Siempre le ha gustado el baile en general y eso fue motivo suficiente para acceder.

Ahora de alguna manera está sorprendido de la satisfacción que le ha generado el representar a un grupo regional y afirma que ha aprendido a valorar más nuestras raíces y de la importancia de conservar nuestras tradiciones como mexicanos.